Una semana de mierda

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Siento que estoy viviendo este 2018 con la misma dinámica con la que me lavo los dientes: mecánica y sin pasión.

He caído de pronto en el agujero de un tópico preestablecido y no encuentro la puerta de salida. De repente, todo mi ser ha adquirido la forma de una etiqueta y no encuentro a nadie que me mire a los ojos y pueda ver más allá de ello. Nadie me ve.

Ni siquiera yo me encuentro en el espejo, por más que me busque desde dentro y me esfuerce en creer que aún no he desaparecido. Soy un sueño.

Soy un fantasma.

¿O quizá quieren que crea que es así, para mo tener que lidiar con mi verdadero yo?

Yo sé que estoy aquí dentro, si no ¿quién es este animal asustado que no hace más que buscarme? Estoy aquí, ¡estoy aquí! Aunque me quede sin voz y sin amigos, voy a hacerme escuchar.

Aunque para salir de esta etiqueta tenga que deformarme para caber por las pequeñas grietas que sujetan este frágil equilibrio ilusorio.

Voy a salir. Voy a gritar y el cielo se llenará de pájaros que rompan la armonía del cielo en calma que es la consciencia social.

Y muchos me mirarán con asco, otros con admiración, otros fingirán que no estoy. Pero seré yo.

Ah, dulce fantasma del pasado, qué ganas de encontrar tu mirada al otro lado del espejo.

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