Tarde en el campo.

on | | 0 comentarios
Probablemente vosotros nunca hayáis tenido que enterrar con vuestras propias manos a un amigo. Ni a un conocido. Ni a un desconocido. Para mí no es una experiencia tan rara.

Al principio caminas con un cuerpo muerto y una pala –o una soleta, según lo que pillaras antes- por medio de algún sitio perdido. Buscando un lugar que pase desapercibido, y a la vez sea digno. Clavas la herramienta en la tierra y piensas que en tu vida has visto un suelo tan duro. Entonces aprietas los dientes y te dices que puedes hacerlo, porque no te queda otra.

Da igual si es verano o invierno; si llueve, hay niebla, o un sol de justicia. Una vez empiezas a abrir una tumba, cada minuto que pasa estás en el puto infierno. Pronto empiezas a notar ese calor recorriendo tu cuerpo, y aparecen las raíces, o las piedras, o las capas de tierra oscura impenetrable. Crees que llevas horas allí, pero te echas atrás y miras y el agujero es demasiado estrecho, demasiado poco profundo, o muy irregular. Te vuelves, y el cadáver sigue donde lo dejaste, mirándote a través de la sábana o el telón de turno.

Sigues cavando sin pararte a descansar, porque crees que no te mereces coger aire. Abajo, arriba, abajo, arriba, abajo, arriba. Podrías estar así toda tu vida y nunca sería suficiente. No hay agujero en el subsuelo lo bastante grande como para enterrar tu mala consciencia. Al final te das por vencido y decides que ya está terminado.

Le presentas al difunto el sitio, porque crees que debes despedirte como dios manda y para comprobar que sigue muerto. Y luego lo metes allí. Intentas que sea con cuidado, pero no siempre lo consigues. Al principio te da cosa echarle la primera palada de tierra. Pero en seguida se te pasa. Cuando el agujero está tapado del todo lo aplastas con ayuda de la pala, a veces también con los pies porque no te está viendo nadie. Y luego descansas.

Ese momento en el que estás echado en la pala sobre un montón de tierra fresca, eso que tú crees que es algo acabado, no es más que el principio. Es imposible enterrar a un muerto. Queramos o no, nos siguen. Siempre. Se montan con nosotros en el coche, asaltan nuestros sueños, nos persiguen día y noche en nuestra vida diaria. Nos abordan en cualquier momento inesperado, como en medio de una carcajada. Aunque los dejemos bajo el suelo, siguen en pie. Es una parte de nosotros lo que se queda en ese agujero bajo el suelo.

A pesar de todo eso, debo admitir que cuando me vuelvo y comienzo a alejarme del nicho, me siento más ligera. Entonces me viene a la cabeza la falsa sensación de que ese muerto ya no es asunto mío. De la misma forma, me asalta el miedo cuando conozco a alguien nuevo, pues no puedo evitar preguntarme si tendré que enterrarlo también.


Extracto sacado de La venganza de los malditos, proyecto que continúa la historia de Eve Roosevelt.

El mundo es nuestro: una crítica muy acertada con sabor andaluz.

on | | 0 comentarios

La verdad es que, a pesar de que me encantan los cortos de estos dos chicos, tenía mis reservas sobre la película de Mundoficción. Pensaba que una cosa era hacer cortos, y que la gente se riera, y otra cosa muy diferente era saltar al cine. Me imaginé que se aprovecharían del tirón para sacar una película mediocre que tuviera buena respuesta en la taquilla. Por suerte para mí, me equivocaba por completo.

El guión es una maravilla. Lleno de acción y chistes, muchos chistes que hacen que no puedas parar de reír desde el minuto uno. Un guión sorprendente, dinámico y coherente que no deja pausas en las que te puedas aburrir. Los personajes, una representación bastante desternillante de la realidad que vivimos, nos muestran lo mejor y lo peor de nosotros mismos (pues no dejan de ser un retrato satírico), y avanzan con la trama sin caer en los tópicos clásicos (salvo excepciones).

Lo que más me ha gustado de esta película (a parte de lo obvio), es que aunque es fácil perderse en la comicidad de los personajes, esconde una historia triste (como a mí me gustan) y tras la cortinilla de humo del humor tiene un simbolismo que nos señala los grandes males de nuestra sociedad (los abusos de poder, el fanatismo, la intolerancia, los prejuicios). También nos señala muy claramente dónde reside el poder de cambiar la situación, al tiempo que nos muestra los huecos por donde se nos están escapando los verdaderos culpables. Sin duda una peli para pensar.

Pero si te levantas sin ganas de pensar, la vas a disfrutar igual. Sobre todo a los que somos de aquí, que nos sentimos idenficados con los tópicos. Y si no conoces Sevilla, ¡si ves la peli no vas a querer bajar nunca!

Creo que esta película era NECESARIA.

Por si no lo habéis visto, aquí tenéis el trailer: