Respuestas invisibles

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Silencio es la respuesta

a todas mis preguntas,

desde siempre.

No sé por qué me sorprende

o por qué me duele

esta vez.

No sé qué fin tiene

-qué objetivo o empresa-

más que hacerme ver

que la vida es una pregunta

de respuesta inequívoca:

MUERTE/PERECER.

El tiempo,

demócrata impasible,

reparte a todos por igual:

mortaja y olvido-

nada más.

Yo me desenvuelvo

en un vaivén

anárquico y tormentoso

de dudas eternas,

y soy además estúpida

e intento darle la vuelta,

y robar grano a grano

este mezquino reloj de arena:

escuchar atenta y

del frío muro silencioso

arañar respuestas.

Ya desprendidas las uñas

me deshago en gotas de sangre

sobre una oscuridad sólida y queda:

y la muerte que me contempla

toma otro color.

Y sigo arañando

aunque nada obtenga

-VIVIR ES DOLOR- .

La enfermedad vital

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La vida, pasa, se contagia, se confunde, se hace larga y dura, a veces demasiado corta; se retuerce ante su suerte y ante ella nos sorprendemos, nos extrañamos, nos buscamos al otro lado del espejo y jamás nos encontramos, no, no en una imagen.
Cerramos los ojos e imaginamos, pero no es suficiente, nunca es bastante cuando no sabes lo que buscas.
Extraña, corta, a veces prematura y otras insatisfactoria: la vida. Gastamos nuestro tiempo y esfuerzo en mejorarla, en hallarle en vano sentido, cuando su único objetivo es crearnos a nosotros mismos. ¿Dónde estamos?
Ocultos, casi custodiados por nuestra propia ignorancia; esperando ser alguien. De vez en cuando aparecemos en increíbles haces luminosos que parten en dos nuestra mente y nuestro sentido, pero entonces todo se hace demasiado complicado y nos abandonamos a nosotros mismos, y volvemos a estar perdidos.
Refugiados en trocitos de materia latente y gelatinosa, jugamos a escondernos, tanto, que ni nosotros sabemos encontrarnos, y en ocasiones necesitamos una mano amiga que nos saque de nuestro escondite y nos muestre ante nuestros asombrados ojos: ¡Soy yo, existo!.
Y entonces nos sentimos tan completos que nos dan ganas de morirnos. Mas luego descubres que queda este y aquel secreto de ti mismo que quizá nunca conozcas, porque eres infinito cambio y eternamente inacabado, y recobras aquella agobiante sensación de no saber quién eres tras este traje de piel y hueso.
Vivir es igual a buscarte a ti mismo y a la comprensión del mundo que es en ocasiones subjetivo, y no sé si en algún momento absoluto. Por lo cual deduzco que vivir es la dramática incertidumbre de no saber qué hacer con tu tiempo, si invertirlo en mundanas necesidades o lanzarte por interrogantes y realidades que te llevarán una vida solucionar, pero que nunca lograrás cerrar con certeza.
¿Se puede vivir humanamente sin la presión de no saber absolutamente nada a ciencia cierta? Sí. Otra cosa es: ¿estás dispuesto a renunciar a vivir humanamente sólo por quitarte un par de preocupaciones reales y centrarte hipócritamente en otras miles de ninguna trascendencia espiritual? El hombre olvida por qué es humano, no sabe conocerse a sí mismo y por tanto comprender a los demás; si todos olvidamos nuestro carácter humano, éste acabará por desaparecer, ¿y qué seremos entonces? Nadie habrá ya para pensar en ello.

Distrito 9

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Ayer me pasé por el cine después de un largo descanso, y me di cuenta de que la cartelera apesta. Estuve quince minutos esperando a unos amigos frente a los inmensos carteles, y tuve tiempo de reflexionar, de verdad, cómo asquea. Dos salas para una americanada absurda cuyo único reclamo son un par de nombres famosos y el mismo guión refrito una vez más para un público poco ambicioso e impresionable. La comediona romántica de "córtate las venas, novio calzonazos, si la hicieras más feliz no tendrías que acompañarla a estos sitios de mierda", y cómo no, la juvenil animada para ir enseñando a los pre-adolesntes qué clase de problemas superficiales se acercan a sus existencias. La infantil, como siempre, me llamó la atención, pero no lo suficiente esta vez (olía demasiado a un mezclijo de otras mil pelis infantiles anteriores, como siempre). Por supuesto hablo por hablar, no entré a ver ninguna de esas películas.
Por suerte entré a ver Distrito 9. Si os digo la verdad me echaba un poco para atrás la cantidad de publicidad que le estaban haciendo (ésa que suele "anunciar" que la peli va a ser un churro), pero leí sobre el guión en Fotogramas y me llamó bastante la atención. No os confundáis conmigo, no soy la típica cinéfila que se sabe el nombre de los directores y la trayectoria de los actores (es decir, una cinéfila de verdad)a mí sólo me interesan las historias. Colecciono historias a través de mi retina, nada más.
Pero bueno, tanto rollo para deciros que me gustó. La verdad es que esperaba más efectos especiales de estos que intentan sobrecoger visualemente para evitar la reflexión sobre el pésimo guión (caso de Transformers 2, por cierto). Sin embargo, lo que más me sobrecogió de esta película sobre alienígenas fue la humanidad que había en ella, y la falta de humanidad que una vez más demuestra el ser humano.Un caso parecido es la película Déjame entrar, que también os recomiendo. En el que una historia de ficción se transforma en algo más delante de tus ojos sin que apenas te des cuenta.
Llena de escenas escatológicas con mucha sangre y desmembramientos (tal como a mí me gusta) te cuenta una historia tan sencilla y cruel como cierta. Y lo peor de todo es que la incultura, intolerancia y falta de respeto que le dan marco son reales.
Una peli más que os aconsejo que vayáis a ver, porque cuenta una historia real a pesar de lo que pueda parecer.

PD: Pido perdón a los seguidores de La Ciudad de las Mentes (si realmente existís) por los retrasos en la publicación. He tenido un problema con mi conexión y he estado un tiempo incomunicada, pero prometo programar mañana hasta octubre para que leáis el desenlace sin interrupciones.

Agua

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Toda la materia se concentró y luego se expandió en un glorioso proceso de creación para dar como resultado el perfecto mecanismo de la vida. Y la base de ésta es el agua, líquido sencillo y discreto que ahora me cae encima sin previo aviso ni miramientos. Me llueve encima. Todo el tiempo.
La lluvia es sencilla. No tiene nada en qué pensar. No se hace ni se deshace, sólo fluye. Yo también quiero fluir.
Una gota de agua cuando llueve sólo cae, no tiene que pensar en nadie, ni en nada; ya sabe cómo va a caer y si no lo supiera le daría igual: sólo cae.
Después sólo fluye. Sigue la corriente del arroyo, o la acequia, o se sumerge en la tierra y se filtra a una corriente subterránea. Hay muchas corrientes pero sabe que cualquiera es correcta. ¿Qué corriente sigo yo?
Ya en la corriente todo es fácil, seguirla y punto. Las mías nunca son correctas, pero a la gota eso no le preocupa.
Llega a mar y espera. Simplemente forma parte del todo, encaja perfectamente. Justamente lo contrario que yo: ni puedo esperar que mi destino se cumpla por sí mismo, ni me siento parte activa de este sistema, ni quiero sentirme parte. ¿Será feliz una gota de agua? ¿Podrá ser absolutamente feliz un ser humano? La verdad es que no lo sé, y es normal porque no soy una gota de agua. Y seguro que la gota de agua nunca lo ha pensado.
A veces me levanto y me miro en el espejo y no veo nada, ¿serán mis ojos dos gotas de agua? A lo mejor si miro en otros ojos, o en otras dos gotas de agua, puedo verme reflejada. Y a lo mejor la otra persona se ve reflejada en mis ojos. Espero no confundirla, ni que me confunda. Creo firmemente en que eso es posible, estoy segura.