The end of the fucking world

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No me he sentido tan vieja en mi vida como ahora mismo. Bueno, ahora que lo pienso, nunca en mi vida he sido tan vieja como ahora mismo. La cuestión es que cada vez tengo menos tiempo para libros y películas, para analizar historias, y todo lo que antes era parte esencial de mi vida. Sea como fuere, cada vez parece que mi ocio se orienta a cosas como ver Netflix, así que lo mejor es que siga con mis costumbres de siempre, pero con medios nuevos. Así amortizo mejor la cuota de socia.

No se me ocurre mejor historia con la que inaugurar mi sección de joyas de Netflix que con esta maravillosa serie: The end of the fucking world. Decir que, como todo lo que me suele encantar, me fue recomendada varias veces por varios amigos sin que le hiciera mucho caso. Por suerte, es una serie que viene en cómodos capítulos de veinte minutos, y me fue fácil incluirla en mi rutina, a la hora de la cena. Al final acabé por ver lo que me quedaba de una sentada un viernes por la tarde.

La trama

El primer capítulo he de decir que el protagonista me encantó y la protagonista me cayó como el culo. Me parecía la típica historia de adolescentes con pasado un poco triste que lo usan como excusa para ser personas de mierda e ultra-molestas. Es cierto que él me recordó a un jovencísimo Dexter (el de la serie, a la que un día le dedicaré también un post, porque le he dedicado muchos años de mi vida). Si me conocierais mejor, sabríais que tengo una cosa por Dexter, y me da mucha ternura el personaje.

En fin, chica problemática se fija en el friki tímido que resulta ser un psicópata y se escapan juntos. En principio parece la crónica de una muerte anunciada, lo cual yo ya sospechaba que en realidad iba a ser una historia de amor (sí, soy de esas que se creen que vienen de vuelta de todo y no quieren escuchar más putas historias de amor). Por suerte para mí, había muchas más sorpresas escondidas tras la premisa inicial.

Los dos jóvenes se unen contra la realidad de mierda que les ha tocado vivir y comienzan un viaje que pretende ser una lucha alegórica y gloriosa: nosotros contra el mundo. Sin embargo, conforme van moviéndose y cruzándose con personas y eventos, van aprendiendo una lección muy importante: la realidad no es algo de lo que se pueda huir.

El análisis

Una de las cosas que más me han gustado y con las que me quedo de esta serie, es el desarrollo de los personajes. Teniendo en cuenta la descripción inicial que se hace de ellos, y los datos biográficos que tenemos, sería muy fácil que ellos tomasen una posición estática y se centrasen en su pena, en las razones por las que el mundo les debe algo. Sin embargo, los vemos evolucionar, descubrir partes de ellos mismos que antes no conocían y, los más importante, también descubren que las personas que les rodean, especialmente sus padres, no son estáticos tampoco: las cosas no son blancas o negras.

Creo que la lección que mejor aprenden estos dos niños, y que creo que es uno de los temas centrales, es que entrar en la edad adulta no significa obtener respuestas. Ellos están dando el paso de niños a adultos, y cuando llegan al otro lado descubren que en realidad nadie sabe muy bien qué están haciendo. La peor lección que se llevan: las consecuencias de tus actos son las mismas independientemente de la intencionalidad de los mismos. No hay segundas oportunidades en el mundo en el que vivimos.

Me gustaría hacer una mención especial al cariño con el que están dibujados todos los personajes, hasta los secundarios. La historia no contada de las dos investigadoras me ha parecido un recurso alucinante que ha mucho color al contexto en el que se mueven los dos protagonistas.

En resumen

Una historia inusual llena de momentos duros pero no por ello faltos de ternura. Me hizo sentir como una adolescente de nuevo. Es una historia sencilla, divertida y redonda: no le añadiría una segunda parte.

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