El lamento de Dafne

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No tiene nombre. Hoy no. No le importa si la conocía de antes, o ir en contra de la ley. Es su cumpleaños, puede prescindir de la realidad por un par de horas. Se siente como una criatura extraña apunto de atacar. Poderoso. Casi había olvidado los gritos de su madre histérica mientras bajaba las escaleras. Una sombra, mierda. Da media vuelta rápido y retoma su camino una vez pasan las luces sin sirena. Una lámpara rota en el suelo de su habitación. La furia de su puño partiendo en mil pedazos la opresión. Villano heroico de incógnito repitiendo la valiente hazaña. Sonríe en la oscuridad mientras la espera. Huele su perfume antes de escuchar el retumbar constante del suelo en sus tacones. Estoy enfermo. La sombra que rompe la cadencia de sus pensamientos la deja un minuto sin respiración. Luego viene el miedo. La fuerza, la violencia, los nervios. La incertidumbre. Una certeza amarga y luego el llanto. Llora fuerte para tapar el dolor con vergüenza. Uñas rotas, miembros contusionados, desgarro. Sangre. Humillación y más vergüenza. Siempre quedan fuerzas para resistirse, lo que no le queda es tiempo. Comer o ser comido, esa es la ley. Aprieta los dientes con odio esta vez. La sangre del enemigo sabe más a hierro. El sudor del enemigo apesta como pescado podrido.Asco.
Perdida la batalla, no hay pañuelo blanco que ondear.Una lágrima se congela durante siglos en su mejilla. Sus brazos cansados yacen inertes por el resto de su existencia. Sus pies anclados a la realidad profundamente, no la dejan levantarse. Los rizos de su pelo se enredan con asco entre la basura que le rodea. Atrapada para siempre en el mundo físico de Siempre Jamás, busca su espíritu. De pronto encuentra una rima.

 Dulce madre mía,
no puedo trabajar,
el huso se me cae de entre los dedos.
 Afrodita ha llenado el corazón
 de amor a un bello adolescente
 y yo sucumbo.

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