Harry Potter y la piedra filosofal 20 años después

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Hace un par de semanas paseaba por la tienda Fnac y me topé con una maravilla: una preciosa edición de la primera novela de JK Rowling en una edición muy especial de veinte aniversario. La podéis encontrar encuadernada con los colores de las cuatro casas de Howards, y todas incluyen información extra sobre las características de cada casa y su historia. La única pega: que sólo la podéis encontrar en inglés. Por otra parte, es una buena práctica para aquellos que quieran empezar a leer en inglés.Yo, por supuesto, me compré la de Gryffindor. 

Recuerdo perfectamente cuando leí este libro por primera vez. Estaba en ese momento de mi vida cuando tenía que demostrar lo mayor e independiente que era, por lo que me negaba a caer en la moda del momento. Sólo consentí leerlo cuando me lo sugirió un compañero de clase que, por supuesto, me gustaba mucho en aquella época. Me bebí este y los dos libros siguientes en pocas semanas, y me sentí profundamente decepcionada cuando me dijeron que aún no había salido el siguiente.

Harry Potter fue mi primer profesor de inglés: desde que salió el cuarto libro y hasta que la saga terminó se me podía ver en las cafeterías, la piscina, la playa y hasta en el parque con mi libraco de Harry Potter, mi diccionario de inglés y mi libretita para apuntar el vocabulario. Con Rowling me quité los ruedines lingüísticos: leyendo el último libro y por primera vez sin ayuda de diccionario. Durante semanas tuve el último libro sobre mi mesilla, con las últimas cincuenta páginas sin leer. Tenía miedo de que la magia se acabara con la saga.

Aún recuerdo lo enfadada que estuve con la autora durante semanas, meses, porque el libro no terminó como yo lo hubiera acabado. Me vi todas las películas en el cine (desde la cuarta), por supuesto, pero ninguna me satisfizo ni la quinta parte de lo que lo hicieran los libros en el pasado. Me encantaba hablar de la trama y los personajes con cualquiera al que le interesaba, pero juzgaba e imponía mi opinión snob sobre aquellos que opinaban sólo de haber visto las películas. Harry Potter marcó una etapa de mi vida, y sin duda una etapa de la historia de la literatura. Cuando terminé el máster tuve que renunciar a hacer el trabajo sobre ello dada la gran cantidad de trabajos académicos que ya existían sobre el tema, de muy diversa índole e intereses.

A día de hoy, unos 15 años después de mi primera lectura, me he sentado con una sonrisa en los labios a revivir la magia de Howards, y me he sorprendido aprendiendo más cosas. JK Rowling nunca dejará de enseñarme cosas mientras viva. Lo que más he notado re-leyendo Harry Potter es lo mucho que he crecido. He seguido maravillándome del mundo que Rowling crea y describe con tanta maestría, pero esta vez desde una perspectiva diferente. Desde el punto de vista literario, saco estas lecciones de mi segunda lectura de Harry Potter y la piedra filosofal.

1. Menos es más

Las descripciones deben centrarse en los elementos protagonistas, dar pinceladas claves que dejen una impresión en el lector sin aburrirlo en los detalles. Por ejemplo, la simple comparación de la cicatriz con un rayo. No queda nada que explicar: el lector tiene la imagen clara en su mente.

2. Nada pasa por casualidad 

Esto es un elemento básico que siempre nos dicen pero que no siempre sabemos seguir los escritores. Todos los personajes juegan un papel en la historia, esté o no claro eso para el lector; y todas las acciones ayudan a la trama a llegar al final de la historia.

Por ejemplo, la historia de Hagrid y el dragón, que parece una subtrama casi de alivio cómico, resulta tener un papel esencial para el progreso de la trama. El desconocido que da a Hagrid el huevo resulta ser el mismo desconocido que quiere colarse en la escuela, y lo que pretende es sacarle la información sobre cómo pasar por la prueba del perro de tres cabezas.

3. Está bien engañar al lector

No es necesario crear una mentira elaborada y extensa, basta con señalarles en la dirección incorrecta de vez en cuando. Basta con mostrar sólo el lado de un personaje y dejar que el lector haga su propio juicio de valor, contarle sólo la mitad de  una historia, o expresar los prejuicios de un personaje en voz alta de manera que parezcan la verdad sobre la que todos los personajes se desarrollan.

Hay decenas de ejemplos en las novelas de Harry Potter. De esta primera, podemos destacar cómo Harry piensa que el malo es Snape simplemente porque no es amable con él. Todo lo que ve desde que decide que es él lleva al lector a pensar que es así.

4. El mejor lugar para esconder algo es a la vista

Mi regla favorita para esconder los regalos de cumpleaños, que a menudo dejo rodando por la casa metidos en bolsas. En la escritura, sin embargo, es mucho más difícil de hacer.

Coge un detalle, una acción o un personaje, y pásalo por delante de las narices de los ojos del lector sin darle más importancia. Mantén ese elemento de fondo, sin intentar darle más importancia de la que aparentemente tiene, y finalmente vuelve rápidamente a él, mostrando su verdadero significado. Si lo hacemos bien, no necesitaremos siquiera escribirlo: el lector lo inferirá solo. Para evitar ser obvios y que nos descubran antes de tiempo, es bueno mostrar varias pistas falsas a lo largo de la trama. Por eso decimos que nada, por muy insignificante que sea, pasa porque sí en una novela.

El ejemplo más evidente es el turbante del profesor Quirrel, que aparece casi en el primer momento en que Harry conoce el mundo de los magos, y tras el cual se esconde el espíritu de Voldemort.

5. Se puede partir de personajes planos y darle profundidad

Es bueno que existan todas estas reglas no escrita que se basan en la tradición literaria. Los protagonistas, los antagonistas, los personajes secundarios, los motivos literarios... son conexiones rápidas con el espectador. Un lector abre una novela del género fantástico, y sabe de antemano qué concesiones debe darle al autor en ciertas materias; concesiones que cambian por completo en una novela negra, o una romántica. A menudo los escritores queremos reinventar las reglas de la literatura, muchos lo consiguen, pero es ir contra la naturaleza literaria hacerlo partiendo desde cero convenciones. Podemos perfectamente partir desde un tópico literario, o un personaje arquetipo, e ir moldeando el personaje y la historia a nuestra manera, moldeando el molde a la vez que creamos nuestro propio universo.

Magnífico ejemplo es el personaje de Hermine Granger. En su primera escena ya sabemos cómo es físicamente y cuál va a ser el tono que lleve toda la novela: es el Pepito Grillo de la historia. Sin embargo, conforme va interactuando con el protagonista y el co-protagonista, vas viendo cambios en su forma de actuar que hacen que adquiera un valor diferente. Es más, sus palabras y sus acciones tienen un efecto muy concreto en las del protagonista, llegando a ser ella la heroína en muchas ocasiones.

6. Hasta los grandes tienen flecos

A lo mejor no he entendido bien la parte donde he visto el pequeño fallo, porque era ya muy tarde (me gusta leer antes de dormir, y como consecuencia duermo poco). Pero es cierto que he visto una acción-reacción que no termina de encajarme en la novela. Cuando Harry visita de nuevo a Hagrid para preguntarle por el desconocido que le dio el huevo de dragón -ya sospechando que se trataba de Snape- este de pronto recuerda que le dio la clave para superar la prueba del perro de tres cabezas. No es hasta que Harry es consciente de que "Snape" sabe cómo atravesar la trampilla que el perro está guardando que el malo de la historia consigue finalmente atravesarla. Entonces tuve que parar y preguntarme "¿ha tenido literalmente meses para pasar, pero hasta que Harry no lo descubre y corre a impedirlo no lo hace?". ¿Qué me estoy perdiendo? ¿Lo ha intentado antes sin éxito?: tres alumnos de primer año lo han conseguido en su primer intento.

Además, en la sala de las llaves los tres se montan en escobas: lo cual es muy considerado de parte de los magos que crearon los retos; pensar en puedan ir a robar la piedra filosofal en equipo.

De cualquier forma, hay miles de detalles que no se le cuentan al lector y que hacen posible que eso sea así. Puede que el malo estuviera intentando descubrir la resolución de "todas" las pruebas antes de intentarlo, puede que nunca viera el momento porque el pasillo estuviera siempre vigilado... Lo importante es que, aunque en ese momento me sonara forzado, es posible, es verosímil. Las casualidades también se dan en los mundos ficticios: es trabajo del creador no abusar de ellas.

En general, ha sido un placer volver a leer esta novela. No puedo esperar a que salga la segunda en junio para repetir este experimento.

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