Sigo viva

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No sé cuánto he envejecido en estos últimos dos años. Me siento diez anos mayor de lo que soy. Ya ves, aún así seguiría siendo joven.

Estoy perfectamente conforme con el estado físico de mi cuerpo. No soy tan joven como para que me tomen por sopa con cualquier cosa, ni como para tener que pedir permiso. Tampoco soy tan vieja como para que no haya personas a las que pedir ayuda siempre. O que hagan las cosas por mí.

Soy lo suficientemente mayor como para que se esperen cosas de mí, pero no tanto como para que alguien me eche la bronca si me quedo parada sin hacer nada.

Por eso estoy aquí parada; la verdad es que siempre he sido un poco paradita. Tampoco es que me encuentre en el entrno más estimulante del mundo.

Sé que siempre me quejo y escribo de lo mismo, ya estaréis aburridos. Os jodéis. Éste es mi blog y aquí hago lo que me da la gana. Para vivir la presión de la masa urgiéndome a que haga algo que no quiero ya tengo la vida real. Estoy en mi casa y hago lo que me place. Y quiero quedarme de brazos cruzados.

Sí, así es. Voy a mirar pasar los días. Ni me voy a molestar en fingir que hago algo con mi vida. Es mi pequeña protesta silenciosa contra el conformismo de una sociedad masificada. Es como "tienes esta edad, y estos estudios; éstos deberían ser tus sueños". Estoy hasta el moño de que me pregunten qué estoy haciendo, más de una vez he estado tentada de soltarle a alguien un "me estoy tocando el coño a dos manos".

En fin, a lo mejor estoy exagerando. Es que me ha venido todo un poco de golpe. Y siempre he sido un poco una histérica (me lo dice hasta mi madre, y eso que yo para ella soy perfecta). La cuestión es que, que aunque no esté haciendo nada, no siento que esté perdiendo el tiempo.

Es cierto que no tengo un duro para nada, y que no sé si es lunes o viernes porque todos los días son lo puto mismo. Pero a veces está guay sentirse al margen de la sociedad. Me paso horas en estúpidos proyectos personales que nunca termino pero nadie me dice nada por no acabarlo. Como lo de aprender alemán (ligado al insistente sueño de irme allí a buscar trabajo), cortarle el pelo a mis perros, o hacer un inventario de todos mis libros y películas. O lo de adelgazar, eso siempre está en el aire.

Siempre estoy libre cuando alguien me llama para tomar algo, y aunque casi siempre me voy antes porque no tengo más dinero para estar sentada en un bar, todos flipan de lo libre e independiente que soy. También les hace gracia a mis amigos mis preocupaciones idiotas: como llevar siempre las gafas por el miedo absurdo a que me salgan arrugas si frunzo mucho el ceño, o mi obsesión con que todos los botes de todo el planeta estén correctamente cerrados.

Lo que ellos no saben es que a mí me hacen mucha gracia sus preocupaciones. Porque no entiendo por qué es un problema que tu novio no vaya contigo a una fiesta si estáis todo el día discutiendo, o porque nunca le he debido más de veinte euros al banco (tampoco he ganado nunca más de 60). Me parece increíble que alguien que tiene responsabilidades tales como criar a una criatura aún crean en que divertirse es emborracharse.

Lo que peor me hace sentir de todo esto, es que a veces deseo integrarme en esa aborágine de rituales sociales y despego personal. Lo único que hace que disfrute (al fin) de este tiempo para mí es que tengo en mis manos los papeles para integrarme en el nuevo sistema (si aceptan todas mis solicitudes en el despótico universo de la burocracia).

Esa es y será siempre la gran batalla de mi vida: mi integridad personal vs mi instinto de animal social. Yo contra el mundo, una y otra vez. y lo peor es que ya me sé el final.



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