Lo siento mucho por vosotros, pero mientras preparo los avíos de la siguiente historia, mis cagadas mentales y poco más es lo que puedo ofrecer (tranquis, que estoy avanzando bien y tengo un par de relatos cortos a punto de caramelo).
Mientras que sí y mientras que no, sigo empeñada en limpiar mi desastroso cuarto. Esta semana le he atacado a mis cajas de apuntes, los manuales de la facultad, mis libros, y a organizar los dvd. Para mi sorpresa, mi vida no ocupa tanto como me imaginaba, lo que quiere decir que tengo un montón de espacio libre para todas esas pelis tiradas de precio de la Fnac, para terminar mis colecciones de Sakura, Fruit Baskets, Harry Potter ahora en inglés, reeler a Isabel Allende… Y todos esos cómics tan caros que nunca me atrevo a comprarme porque “¿dónde leches los voy a meter?”. Tengo vía libre para ser todo lo friki que quiera!!
Pero ese no era el tema de la reflexión… ah, sí: vaya cambio que he dado. Bueno, vaya cambios. En cada caja de material escolar, las agendas eran totalmente diferentes. Y las libretas: tuve una época romántica, otra flower power, otra sarcástica, punzante y zorrilla (ésa es de cuando empecé a leer la Loca Magazine), otra en plan poeta maldita… Y ya los apuntes de quinto de carrera: ésos eran un puto caos. Sucios, desordenados, escritos de borde a borde del papel, con resúmenes en lápiz en los lugares más raros (como la pasta de la libreta y del revés, cosas así).
Bueno, lo que me ha chocado es verme a mí misma desde la distancia, entre todas esas hojas que mañana sin falta echaré a reciclar. Hasta mi letra era diferente en cada curso académico. He visto cómo pasaba de unos apuntes ordenados, limpios, bien subrayados de primero de carrera (por cierto, los voy a entregar para ayudar a los que le quedan materias extintas y me me dan a dar bonos para fotocopias, todo se hace cada vez más emocionante…) hasta los de este mismo año. He tenido que mirar los de cuarto y quinto hoja por hoja para no tirar ningún poema en sucio, ni esquemas de las historias que escribo. No es que crea que valgan algo, simplemente les tengo cariño.
Es increíble cómo he pasado de centrarme absolutamente en mis estudios a pasar de las clases para pensar en mis cosas… Será por eso que ya no me salen igual las historias, porque necesito a alguien aburrido contándome alguna mierda para concentrarme. No, si va a resultar que mi musa es el profe de morfo (que por cierto, esta semana me dice si he terminado la puta carrera o no).
En fin, os animo a hacer el experimento. Mirad libretas y agendas antiguas, ¿os reconocéis en ellas?
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