Muerte de una anciana

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Cuando en este valle de luz y color presto me vi establecida, pensé que ya Dios me había acogido en su seno. La paz era absoluta. Tanto era así que el aire no corría suavemente moviendo de forma leve la copa de los altos pinos, los cantos de los pájaros no llegaban a mis oídos y el agua del riachuelo que andaba por mi vereda iba serena y cristalina, como si fuera lentamente empujada por otra voluntad. Parecía que hubieran encerrado un mundo dentro de una habitación, gran escenario donde se representaba mi muerte. Un extraño impulso me llevó a cerrar los ojos, y entonces sentí las suaves sábanas de la cama, leves suspiros de Dios, trozos de nube alisados, acariciándome las piernas. Y esto fue acompañado por un suave ronroneo amortiguado por el sonido de una respiración artificial, insignificante y efímera señal de que mi compañero de habitación seguía con vida. Aspiré lo más profundamente que mis débiles pulmones eran capaces de permitirme, y a mi ser llegó la enorme sensación de la desgracia, el olor de la enfermedad; una mezcla de limpieza, hacinamiento y comida hecha al por mayor. En mis terminaciones nerviosas algo se movió violentamente, y en un gran impulso de éxtasis abrir de para en par mis párpados, pues no esperaría hasta que la sensación me comiera.
Y de nuevo aquella paz tan artificial, como si Dios jugara a ponerme en un ambiente falso a ver si lo descubría. Quizás se hallaba escondido tras algún árbol de plástico. Comencé a caminar por el verde prado carente de insectos o señal de vida alguna salvo su propia existencia. Crucé el riachuelo con lentitud sin siquiera notar como el agua mojaba mi piel, tal vez era yo el holograma dentro de una realidad verdadera. Entonces,¿quién era yo?
Tal azul y cercano se mostraba el horizonte que extendí el brazo convencida de que tocaría con la punta de los dedos un cielo de cartón piedra colocado para hacerme ver la ilusión de que estaba en verdad allí. Pero mis yemas se chocaron sólo con el denso aire que nada se movía y nada escondía tras él.
Decepcionada, volví a cerrar mis ojos, y de nuevo las sábanas abrigaban mi cuerpo. Estando así no podía moverme ni hablar, sólo mis párpados era capaz de controlar voluntariamente. Este lugar sí que debía ser un sueño.
Un pitido constante empezó a golpearme el tímpano; el intervalo de pausa se encogió y pronto sentí bullicio a mi alrededor. Y un frío metal se subió a mi pecho, tan frío que me helaba el corazón y me lo partía como un rayo parte un árbol. Debía abrir los ojos. Quería librarme de aquel relámpago de hielo, y de ese chirriante sonido que ya ninguna pausa hacía. Y por fin abrí los ojos: sin nubes, pájaros ni viento, y sin dolor en el pecho, aquel cuadrilátero inmenso en el que Dios pretendía engañarme vacío de todo se hallaba, carente hasta de espacio donde meterme. Volví a cerrar los ojos, pero ya no recuerdo lo sucedido…

2 comentarios:

Rukia dijo...

joder vaya vocabulario y vaya forma de narrar que tienes... ME DAS ENVIDIAAAA!!

Seguid disfrutando por tierras yankies!! aqui os seguimos echando de menos!! =D

Puli dijo...

jajajajaja muchas gracias!! q sepas que nos acordamos mucho de vosotros. Ojalá hubiéramsos coincidido en fechas para venir juntos...
Por cierto, el relato no me parece para tanto, si te digo la verdad no es de mis favoritos. Gracias de todas formas!
Kisses!!

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