La enfermedad vital

on | |
La vida, pasa, se contagia, se confunde, se hace larga y dura, a veces demasiado corta; se retuerce ante su suerte y ante ella nos sorprendemos, nos extrañamos, nos buscamos al otro lado del espejo y jamás nos encontramos, no, no en una imagen.
Cerramos los ojos e imaginamos, pero no es suficiente, nunca es bastante cuando no sabes lo que buscas.
Extraña, corta, a veces prematura y otras insatisfactoria: la vida. Gastamos nuestro tiempo y esfuerzo en mejorarla, en hallarle en vano sentido, cuando su único objetivo es crearnos a nosotros mismos. ¿Dónde estamos?
Ocultos, casi custodiados por nuestra propia ignorancia; esperando ser alguien. De vez en cuando aparecemos en increíbles haces luminosos que parten en dos nuestra mente y nuestro sentido, pero entonces todo se hace demasiado complicado y nos abandonamos a nosotros mismos, y volvemos a estar perdidos.
Refugiados en trocitos de materia latente y gelatinosa, jugamos a escondernos, tanto, que ni nosotros sabemos encontrarnos, y en ocasiones necesitamos una mano amiga que nos saque de nuestro escondite y nos muestre ante nuestros asombrados ojos: ¡Soy yo, existo!.
Y entonces nos sentimos tan completos que nos dan ganas de morirnos. Mas luego descubres que queda este y aquel secreto de ti mismo que quizá nunca conozcas, porque eres infinito cambio y eternamente inacabado, y recobras aquella agobiante sensación de no saber quién eres tras este traje de piel y hueso.
Vivir es igual a buscarte a ti mismo y a la comprensión del mundo que es en ocasiones subjetivo, y no sé si en algún momento absoluto. Por lo cual deduzco que vivir es la dramática incertidumbre de no saber qué hacer con tu tiempo, si invertirlo en mundanas necesidades o lanzarte por interrogantes y realidades que te llevarán una vida solucionar, pero que nunca lograrás cerrar con certeza.
¿Se puede vivir humanamente sin la presión de no saber absolutamente nada a ciencia cierta? Sí. Otra cosa es: ¿estás dispuesto a renunciar a vivir humanamente sólo por quitarte un par de preocupaciones reales y centrarte hipócritamente en otras miles de ninguna trascendencia espiritual? El hombre olvida por qué es humano, no sabe conocerse a sí mismo y por tanto comprender a los demás; si todos olvidamos nuestro carácter humano, éste acabará por desaparecer, ¿y qué seremos entonces? Nadie habrá ya para pensar en ello.

0 comentarios:

Publicar un comentario