Reflexión rescatada de un trabajo de filosofía

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La cuestión que nos plantea este texto de Ortega es si realmente albergamos nuestro propio punto de vista o nos rendimos a una verdad universalemente aceptada.

El perspectivismo del que Ortega nos habla no ha llegado a desarrollarse en esta sociedad, donde la mayor parte de la población se corresponde con el hombre-masa. Éste abunda en un entorno donde las antiguas creencias religiosas, sostén de nuestras vidas, se han sustituido por las nuevas tecnologías, el progreso, el consumo y dogmatismo de la ciencia, nuestros "nuevos dioses". Lo que en ocasiones consideramos nuestras ideas se reduce a asimilaciones no fundamentadas de principios impuestos. Esto las convierte en simples creencias y lo que nace siendo una idea de una minoría innovadora acaba perdiendo valor entre la masa, que la sigue, sin comprender su causa.

La expresión "desde mi punto de vista..." se nos presenta actualmente como una muletilla sin valor. Lejos de responder a la propia reflexión interna sobre el hecho en cuestión, se nos antoja como un recurso inigualable para resguardarnos de posibles refutaciones. En este sentido se podría ver cierto relativismo en nuestro desenvolvimiento en el mundo, pues en cada momento tomamos razones de distintas perspectivas según nos conviene, a menudo dejándonos llevar por un espíritu utilitarista. De cuealquier forma, este relativismo es relativo, pues se mantiene limitado por una serie de creencias sobre las que nosotros, hombres-masa, nos movemos cómodamente fingiendo innovación. Todos creemos dar justificaciones originales pero, puesto que las vías de las que lo tomamos están limitadas, nos encontramos con que todos decimos lo mismo. Somos relativistas en el sentido de que vamos cambiando de opinión según nuestros intereses, sin que ésta esté siempre ne la misma línea, por lo que hacemos carecer de valor a todas. Sin embargo, no lo somos en tanto que, inconscientemente, nos rendimos a la verdad universal.

Una de las concepciones universales es la mecanicista del mundo de Descartes, vinculado a nuestro sentido utilitarista, que a su vez tendría cierta relación con el relativismo y su desvirtuación de toda perspectiva. Los avances tecnológicos y en el campo de la bioquímica (manipulación genética, etc) nos conducen a velocidades vertiginosas hacia un mundo cada vez más globalizado, donde el individuo aspira a confundirse, refugiado en una pérdida de valores sin precedentes.

Para concluir, en un mundo donde el hombre nace totalmente predestinado a unas acciones que seguro realizará (estudiar, casarse, trabajar...), es difícil que pueda descubrirse a sí mismo y probar otras posibilidades para su realización personal. Es decir, que el hombre -animal fantástico- pierde entre la masa, su genialidad.



Este trabajo fue escrito en 2004 conjuntamente con una amiga, Inma, a la que por cierto sigo adorando. Me sorprendió encontrarlo entre mis papeles el otro día, y darme cuenta de que no he cambiado mi forma de pensar desde entonces. La nota positiva es que parece que el mundo esté cambiando, aunque lento, y el hombre-masa está despertando del letargo.

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