Hoy voy a enumerar las cosas que hecho de menos. Y las voy a enumerar porque de repente me he dado cuenta de que hay un montón de cosas que ya no hago.
1. Hecho de menos poner música. Antes, cuando vivía con mis amigas (bueno, yo las llamo compañeras de piso simplemente), nada más que llegaba enchufaba el mp3 a los altavoces y dejaba que la música lo inundara todo. Mis compañeras serían como fueran, pero jamás se quejaron del volumen ni del tipo de música que pusiera.
Con la música se diluían mis pensamientos, las miles de gilipolleces que me embotan el cerebro a diario. Me concentraba en los acordes, la batería de fondo, la voz del cantante y sobre todo la letra: esa letra (por lo general triste) que hablaba de los problemas de otro. Y yo sentía pena por él, o rabia, o me emocionaba; pero no tenía nada que ver con mi vida.
2. Hecho de menos ser una empollona. Porque estudiar y pensar hasta que te duele la cabeza en algún hecho probado, o alguna interpretación de algo o teoría extendida sobre un pensamiento concreto, hace que todo adquiera un matiz relativo. En el capítulo 1 las tendencias literarias son de una forma, y tú lo comprendes perfectamente y hasta simpatizas con esa forma de pensamiento; y en el siguiente estás convencida de justo lo contrario. Nunca te cansas porque todo cambia tanto. Y luego, en mi carrera, siempre es muy importante lo que tú tengas que decir, lo que deduzcas de todo, pero siempre hablas de la teoría, de lo que otro dijo, por lo que nunca llegas a implicarte.
Es genial dejar tu vida a un lado para centrarte plenamente en un asunto mayor. Ahora que ya he termindo la carrera, y estoy haciendo el máster, de repente tienes que mojarte siempre. Mis compañeros de clase están deseando dar su opinión en todo, y siempre tienen un discursito que calza bien con el tema. Me pregunto si se lo preparan en casa.
Yo, por mi parte, no me atrevo a hablar demasiado, aunque muchas veces sé en qué se equivocan, o tengo alternativas más interesantes, prefiero reservarme mi opinión para cuando me pregunten, o para soltarla en ese súper duro trabajo de fin de máster.
En fin, que era bonito cuando mis compañeros eran tan ignorantes o tan tímidos como yo, y yo podía hacerme la guay de vez en cuando.
3. Hecho de menos las tardes de cine. Antes de empezar a salir juntos, Juanma y yo nos propusimos los domingos de cine. Mis compañeras no llegaban hasta la noche, así que se venía y poníamos en el salón algún clásico del cine, o alguna peli que nos interesara (a veces veíamos versiones de los libros que estudiábamos en la carrera).
No era sólo la química que hubiera entre nosotros (y que aún hay), sino la magia del cine. También íbamos a ver pelis, aún vamos, cuando la cartelera se deja y los de los Arcos se estiran con algún dos por uno. Pero los domingos, que siempre he odiado a muerte, eran otra cosa con una tele y un sofá en el que compartir unas palomitas del Mercadona.
4. Hecho de menos mis baños relajantes. Sí, soy ese tipo de cursi que le gusta llenar la bañera todo lo posible (no demasiado en mi casa) y echar unas sales minerales, hasta llevarme un libro a veces. No llegaba a poner velitas ni nada por el estilo, pero era agradable, y por lo general nadie se atrevía a llamar a la puerta del baño cuando yo estaba en la bañera.
Hecho de menos otras muchas cosas: como tener una amiga a la que pasarle mis manuscritos para que me los corrija y opine, irme a tomar una cerveza con la gente de clase con la mochila todavía al hombro, u obligarme a hacer visitar culturales a museos e iglesias dentro de mi propia ciudad. También hay cosas que estoy echando de más.
No es que ya no me quede ninguna posibilidad de volver a hacer estas cosas, es que no sé por dónde empezar. Porque esa era yo, y me siento como si me hubiera salido de mi cuerpo. Al analizar estas cosas he visto que no he sustituido todo eso por nada. Puede que ése sea el gran vacío que llevo un tiempo sintiendo.
No sé realmente lo que ha cambiado para que cada vez haga menos esas cosas. Me temo que es enteramente mi culpa. Llevo un tiempo soñando y gilipolleando sobre "lo que voy a hacer", "lo que me gustaría hacer", "como veo mi futuro", y he olvidado completamente mi presente. Y ahora que me he dado cuenta de que lo que me falta, lo echo aún más de menos, y estoy más dispuesta a recuperarlo. Incluso si eso significa luchar contra mí misma.
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2 comentarios:
Me ha gustado mucho esta autoreflexión que has hecho. Desde luego aquí me tienes para retomar esas viejas costumbres que llenaban tu vida diaria. Y como bien concluyes, hay que vivir el presente que el futuro ya llegará por sí solo.
Ay, Johnotto, qué sería de mí si no estuvieses ahí para sacarme de mis crisis... La verdad es que he pensado tanto en el futuro, y he estado tantas noches sin dormir por culpa del qué será, que ya me la pela un poco.
¿Qué tal si empezamos el domingo por la noche con Sweeny Todd?
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