Las pupilas no mienten

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“… Y entonces él me miró, y sus pupilas se clavaron en las mías como agujas de vudú; trayendo consigo la muerte y la mala suerte. Y las nubes vinieron de pronto invadiendo el espacio con su espesa presencia; el ambiente oscuro y pesado y su mirada alta, clavada, alzada… me estaba haciendo daño. El tiempo se dio la vuelta y pronto era niña de nuevo jugando con mis viejas muñecas cohibida por su presencia profunda, ya era vieja débil y fantasiosa expirando en un sucio lecho, sin pena ni gloria. Pero nunca era yo, la tierra se secaba a mis pies a medida que me mojaba la lluvia, que ya no se precipitaba a estrellarse contra mi cuerpo, cual reptil viperino que escala a la cima de una montaña, hasta ser devuelta a la densa nube que ruge sobre mis hombros. Y él me sigue mirando. Todo es extraño. Todo está desierto, nadie existe salvo su mirada, que se separa de su ser y me persigue mientras corro atravesando la soledad inanimada de las calles. Y él me mira, aún, escondido en cada rincón desierto, cada refugio oscuro, cada lugar que guarde un hueco aunque ese cobijo que halle esté en mi propia mente, en mi cuerpo, quizá habita en el fondo de mi alma…. Tal vez ya no exista. No puedo verle, ni él a mí; pero me mira. He andado demasiado tiempo, demasiado lejos, demasiado oscuro… sigo sintiendo que me mira. Y si no lo hace, me recuerda en su mente y es en la mía como si estuviera pasando. Tal poder tienen sus pupilas.
Tápate los ojos pronto, niño, tápatelos que me das miedo. ¿Es posible que un mirar se clave más que un cuchillo? Han pasado muchos años y noto que me sigue mirando. Sus ojos, de color indescriptible, me han llevado a la locura, desde la que escribo: lo peor se esconde tras sus párpados infinitos.”

1 comentarios:

Rukia dijo...

http://estoeshispania.blogspot.com/2009/12/sorteo-de-navidad.html

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